La terapia en la adicción al sexo y el poder
Sabemos que entre algunos de los comportamientos adictivos que se clasifican en los manuales diagnósticos está la adicción al sexo. Clínicamente, en el CIE-11 el manual estadístico de clasificación de enfermedades esta dentro del epígrafe (6C72) Trastorno por comportamiento sexual compulsivo. Aunque en el DSM-V se plantean criterios diagnósticos para lo que apuntan como trastorno de hipersexualidad.
¿Porque la conducta de hipersexualidad una adicción y requiere terapia?
Diversos estudios comparan a nivel comportamental y cerebral los trastornos por uso de sustancias y las adicciones comportamentales. En particular en lo que se refiere al proceso de adquisición del hábito, la sintomatología clínica que manifiestan, la tolerancia como la necesidad de incrementar la conducta placentera, los síntomas de abstinencia o craving al retirar el consumo o la conducta, así como el deseo compulsivo de volver a ello tras haberlo dejado.
Por los resultados de neuroimagenes sabemos que las conductas placenteras se establecen por vías dopaminérgicas de recompensa, además de obtener respuestas similares ante el mismo tratamiento farmacológico y psicoterapéutico. El proceso se adquiere tras una consecución de frecuencias o hitos, en los que se distinguen las siguientes etapas:experimentación o prueba, uso ocasional o poca frecuencia, uso regular o más frecuente (porque no hay consecuencias directas sobre la conducta compulsiva). De esta manera, tras el uso regular y más frecuente de la conducta, esta va dando paso a la adquisición de un hábito comportamental con cada vez menos capacidad de inhibición.
En el caso de la adicción al sexo en los hombres, muchas veces ofrece respuesta a dificultades existenciales o necesidades afectivas no resueltas, hay veces que se usa como mecanismo liberador de ansiedad o como catalizador emocional, otras veces son aprendizajes en la infancia de conductas de poder sobre personas vulnerables, necesidad de reafirmación de masculinidad o simplemente un deseo perverso de poder, y esta es otra manifestación más. Al final toda dependencia se convierte en una fuente de sufrimiento para la persona, pero también para su entorno afectivo como la familia o la pareja, y el importante estudiar la relación entre la terapia en la adicción al sexo y el poder.
Una adicción con diversas formas de presentación
Este cuadro tiene diversas y diferentes formas manifestación, todas parten de la necesidad voraz de tener sexo de una forma u otra, tanto es así que la autora J. Mac Dougall experta en esta patología, designa a las personas con esta compulsión como los “esclavos de la cantidad”. Las diferentes formas en las que puede aparecer esta adicción pueden darse por medio de la masturbación compulsiva, relaciones sexuales compulsivas y ritualizadas (asociadas a prácticas sexuales de riesgo, chemsex), adicción a la pornografía, promiscuidad y aventuras sexuales, cibersexo (por redes sociales, chats, llamadas…), asistencia rutinaria a clubes de alterne; o una combinación de todas ellas.
Consecuencias
Al acabar reduciendo sus actividades placenteras, van limitándose cada vez más a estas prácticas, perdiendo progresivamente el control de sus impulsos, lo cual acaba dañando los vínculos sociales. Las personas con comportamiento sexual compulsivo acaban poniendo en riesgo su salud y también la de otras personas por prácticas de riesgo (vinculado a una mayor probabilidad de contraer enfermedades como VIH, ETS o tener embarazos no deseados…) y el comportamiento compulsivo en sí. Algunos estudios apuntan también estos riesgos aumentan si la persona está deprimida o en estado de vulnerabilidad.
Si bien, el término sexualidad compulsiva se emplea en un sentido más amplio del término, sin embargo, queda contemplada también las diferentes formas en las que se puede presentar dicha conducta. Este trastorno es común encontrarlo acompañado de otras patologías del estado de ánimo (depresión), ansiedad, abuso de sustancias y/u otras adicciones comportamentales. En definitiva, la adicción o compulsión al sexo, puede depender de múltiples factores y se afecta de múltiples dimensiones en las que la persona actúa sin control y reiteradamente en lo relativo a actividades sexuales.
El consumo de pornografía
El consumo de pornografía será tema a abordar en un próximo artículo, sin embargo, a modo introductorio, las facilidades de acceso a las plataformas pornográficas son una problemática en gran grado de desarrollo y expansión. Su consumo se ha vuelto trivial y banal (sobre todo para menores y adolescentes). Con el consumo de pornografía, la excitación sexual se distancia más del sentimiento asociado a una relación sexual y los sentimientos asociados a esta, también se elimina la fantasía en la masturbación; estos factores, entre otros, pueden acarrear en numerosas problemáticas psicosexuales en los consumidores habituales de este medio.
Para personas con comportamientos sexuales compulsivos es una práctica que no favorece nada su problemática, sino que puede fomentar un empeoramiento, una recaída o la normalización de patrones y prácticas sexuales de riesgo bastante alejadas de la realidad, con connotaciones perversas o que requieren de un consenso mutuo que en muchas ocasiones no se explicita en los videos, pudiendo servir como modelado negativo para quién lo visualiza (sobre todo en adolescentes y/o adictos en busca de novedad o mayor estimulación).
La importancia de un tratamiento psicológico
Según estudios y la evidencia clínica, para el trastorno por comportamiento sexual compulsivo es básico un tratamiento psicoterapéutico en el que se atienda a la persona y el sufrimiento que entraña la patología, así como las bases que lo sostienen.
Según Estellon y Mouras (2012), que recogen de otros autores factores que comparten las personas con adicción al sexo, estas son; inseguridad afectiva, tendencia a actuar impulsivamente (“acting out”), baja tolerancia a la frustración y a las emociones, ansiedad psíquica, tendencias de aislamiento social y emocional, dificultades relacionales y conyugales o de pareja, pensamientos intrusivos; en muchas ocasiones advierten, este comportamiento compulsivo entraña una depresión enmascarada.
La primera consulta con un profesional
La mayoría de estos pacientes acuden a terapia por primera vez por la incapacidad de llegar a ser felices en pareja (o solos/as), la tendencia a repetición de patrones, la sensación de pérdida de control y sentimiento de fracaso. Estas temáticas son transversales en el tratamiento, además de la atención a los intentos de dejar esta compulsión y atender a las recaídas para una verdadera sanación de la persona. En este tipo de patología es importante atender tanto la sintomatología “visible” como la que hay debajo, así como el nivel externo o relacional de la persona debido al deterioro social y de las redes de apoyo que se asocia.
El tratamiento farmacológico ayuda a la estabilización del ánimo y las compulsiones ayudando en el proceso, indirectamente también influirá de manera positiva en la abstinencia. El tratamiento de primera línea suele ser de antidepresivos (ISRNS) y estabilizadores o anticonvulsivos. En algunos casos también existen tratamientos de para la reducción de la libido o el control de impulsos. La terapia en la adicción al sexo y el poder